Siempre me acompañas,
Miras fijamente el letargo del reloj en la pared,
Cuando escribo, cuando fumo, cuando lloro,
Te sientas a observarme otra vez.
Quién fuera golondrina para emigrar de ti,
A azules mundos ilusorios...
Quién pudiera mirarte de frente,
Y por ti no sentir odio.
Siempre estás aquí,
Eres fiel como ninguna,
Con este don nadie de mente voladora,
Te mudas a mis sueños,
Te meces en mi alcoba.
A esa que se fue una noche amenazando volver,
Y vino con mas fuerza y mas nostalgias que ayer.
Esa que se instala frente a uno y no se vá,
Esa que los poetas llamamos soledad.
domingo, 9 de noviembre de 2008
Soledad
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